Portada » ¿Humanizar a un perro no es quererlo más?

He empezado la semana dando respuesta a un correo electrónico de una estudiante de Bachillerato. Me ha escrito para que le ayude en lo que aquí en Cataluña se llama Treball de Recerca, que es un trabajo de investigación que les ocupa durante varios meses del último curso. María ha titulado su trabajo «La humanización en el perro», y me parece un tema interesante para iniciar mi colaboración en Cuadernos de Ciencia y Nutrición.

El error de tratar a un perro como a un humano

María me preguntaba si la humanización de los perros es positiva o negativa para su bienestar. ¡Es la principal fuente de conflicto entre ambas especies! Todas las especies tienen unas cualidades que las definen y, por más que se intente, resulta imposible asignar caprichosamente a ninguna atributos que no le corresponden. No podemos esperar que un elefante teja una tela de araña ni tampoco que un pez trepe a un árbol. Para que haya respeto se debe tratar a cada individuo como lo que es. Está claro que la relación sana con un perro empieza por cuidarlo con respeto y dignidad; para que haya buen entendimiento entre ambas partes se le debe tratar como un perro, pues es lo que es. A esta expresión se le ha dado hoy en día un significado negativo cuando nos referimos a alguien. Por extensión, el significado peyorativo se mantiene incluso cuando pensamos que tratar a un can como un perro tenga que ser algo malo… ¡qué gran error!

Las consecuencias de la humanización en los perros

Ante la cuestión de si humanizar al perro beneficia o perjudica, me decanto claramente por la segunda opción. Los malos comportamientos de los perros humanizados se producen al no entender las normas de convivencia que sus dueños desearían para la relación, pues se las explican en términos humanos que no son capaces de alcanzar. Al no entenderse, cada uno actúa a su manera, generando distanciamiento y enfadándose con el otro porque no se consigue la correspondencia deseada. Como no hay un pensamiento ni un lenguaje común crecen las disputas, los problemas de conducta y la frustración, y a menudo el desatino en su cuidador.

El ser humano funciona de manera mucho más compleja que los caninos, también inteligentes, pero primarios. A menudo los tutores interpretan la relación con ellos como si fueran humanos, trasladándoles lo que quieren o esperan como lo harían con otros semejantes. El animal es incapaz de entender esa complejidad. También a un niño de tres o cuatro años le resulta imposible entender el pensamiento abstracto de un adulto. Por supuesto, ambos son capaces de aprender y entender, y además con mucha facilidad, pero es necesario “explicarles las cosas a su manera”, en su propio lenguaje, que en ambos casos es más simple que el de un ser humano adulto.

La necesidad humana de relacionarse

La pregunta es entonces, por qué la gente humaniza a los perros. Sólo se me ocurre culpar a la ignorancia: Al no traer un libro de instrucciones, por desconocimiento los propietarios se relacionan con sus animales de la única manera que saben hacerlo: como ellos mismos lo hacen con otras personas. Es el único “idioma” que conocen.

En la película «Náufrago» interpretada por Tom Hanks, el protagonista crea una relación con una pelota inerte de fútbol americano a la que llama Wilson, generando un vínculo afectivo, al cuidar y dirigirse a ella como si fuera alguien. Es el resultado de la necesidad del ser humano de relacionarse. Es normal que alguien salude al llegar o al marchar a los que convive y se relaciona; Tanto más con una mascota a la que queremos, que además interactúa con nosotros y se expresa con códigos propios aunque los interpretemos “a nuestra manera”.

Estas son sólo mis reflexiones que he compartido con una bachiller esta mañana. Me permito compartirlas con gusto con quien se interese por el mundo del perro y su educación, agradeciendo a la Obra Social de Nutralgape esta ventana al público.

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Autor

Antonio Ruiz de Conejo

Antonio Ruiz de Conejo

Tras casi cuarenta años de experiencia como adiestrador canino y técnico en modificación de conducta, pone el acento en la necesidad de generar un vínculo humano-animal basado en el respeto y confianza mutuos. Formador de formadores, sitúa la base de la educación en el aprendizaje del lenguaje de los perros, concibiendo a cada uno como un individuo único.

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